El maltrato animal en su máxima expresión, repugnante e indignante a su misma vez, son tan impresionantes y diversas como la mente humana. Dos amigos que caminaban junto por un riachuelo se percataron en que dos hermosas tortugas estaban unidas y que no se podían mover. Ellos pensaron en principio que se trataba de un plástico, uno de los millones que llegan cada día al río, pero al percatarse más a fondo notaron que era mucho peor.
Uno de los dos jóvenes saltó de la valla par poder asomarse hacia el río y poder rescatar a las dos indefensas tortugas. Cuando las tuvo por la orilla, notaron que habían taladrado un agujero en el caparazón de las tortugas para atarlas con una cadena y después habían colocado un enorme candado para que estuvieran unidas para siempre.
El rescatador no daba crédito ninguno a lo que estaba viendo y pidió una navaja a su amigo para poder liberarlas. Después observó el agujero en el caparazón de la segunda, pudiendo retirar el candado y la cadena. Algo o alguien se había tomado mucha molestia y hasta se había gastado un par de dolares para hacer esto.
Pero todo se transformo en alegría después de que las puedan liberar de dicho candado y así liberarlas al río. Que grande es Dios. Así continuaron dichas tortugas con sus vidas libremente por el río.
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